También conocida como cachaco de muladar, astuerzo de Indias, Berro de México, taco de reina, flor de amor, espuela de galán, jacinto, marañuelas, pelón, etc.
Esta flor es indiscutiblemente mi favorita por tres simples razones: primero, por su versatilidad en la cocina la cual explicaré mas adelante, segundo porque crece silvestre por todo América del Sur y es muy fácil de encontrar para probarla, y la tercera y más importante, porque tiene un gran valor sentimental para mi, mi madre fue la que me introdujo muy pequeño a las flores comestibles, élla le añadía esta flor a una espectacular ensalada que había aprendido a hacer en su época de bohemia intelectual en París en donde estudió arquitectura en La Sorbonne, por lo cual también tenía un valor sentimental muy grande para ella, lo cual se veía en sus ojos cada vez que preparaba y degustaba esta ensalada (que no fueron muchas veces). Ese tal vez fue el primer momento en el que presencié la magnitud de lo que puede hacer la comida a nivel emocional en una persona, y que ahora, esta flor, me lo hace a mi.
La capuchina es una hierba de la familia de las Tropeoláceas, de tallos tiernos y retorcidos, que crece a modo de enredadera. Tiene hojas redondeadas con largos pecíolos. En las axilas de las hojas y soportadas también por largos pedúnculos, se forman grandes flores de color amarillo, naranja o rojo. El fruto es una cápsula en cuyo interior se encuentran semillas rugosas muy amargas.
Es una especie originaria de la región de los Andes en América del Sur, introducida en Europa alrededor del siglo XVII y su cultivo rápidamente extendido, principalmente como planta ornamental.
En el tema culinario tiene grandes cosas que aportar, ya que no se necesitan muchos pétalos para alegrar cualquier ensalada con sus tonos vibrantes, que además de su fuerte sabor recuerda al berro o al rábano y aporta un picante nasal que hace alusión al popular wasabi. Y aunque esta flor no aporta nada al sentido del olfato, ya que no posee ninguna fragancia, con las anteriores características y todos sus beneficios médicos y nutricionales, como su gran contenido de vitamina C, nos deberíamos considerar afortunados por tener la oportunidad de cocinar con esta flor de los Andes.
Yo recomiendo que usen sus flores para colorear ensaladas o tortillas, que hagan mantequilla con ellas que acompañando pescado va divinamente, o que simplemente las corten en finas julianas para acompañar sopas, helados, sorbetes y quesos. También se usan sus capullos florales curtidos en vinagre como un sustituto para las alcaparras, que aunque ya no nos aporta color nos da un sabor muy característico.
Se ha utilizado en medicina casera como estimulante para el cabello, para prevenir su caída y favorecer su conservación. Igualmente se considera que su uso externo es un buen remedio para problemas en la piel, curar heridas o desinflamar.
Sorprendentemente tiene propiedades antibióticas y bacteriológicas, se le atribuyen valores desinfectantes, especialmente en aquellas infecciones producidas por hongos.
Ingiriendo su jugo favoreces la circulación, sobretodo en las piernas y en los dedos, y al ser desechado por la orina y en menor medida por los pulmones, ejerce una función tanto expectorante como antibacteriana en problemas como bronquitis o gripa. Y a su vez remedia infecciones en las vías urinarias.
Datos Curiosos:
Aunque el hecho de que estimule la circulación puede categorizar esta flor como afrodisíaca, los indios usaban una especie relacionada llamada Tropaeolum tuberosum para reprimir la libido, por lo que los reyes incas la usaban para que sus guerreros no pensaran en sus mujeres.